Ganador en la modalidad de narrativa de Bachillerato
José Martos Luque
1º Bachillerato A
Al entrar en aquella cabaña, noté cierto
olor a putrefacción y, aunque os resulte extraño, más que producirme repulsión,
me produjo cierto placer inexplicable, un placer nacido de aquel atrayente
olor.
Aquel olor, penetró en mi mente, el
simple hecho de respirar me producía un felicidad extrema. Jamás había sentido
un olor tan hipnótico como aquel que taladraba mis fosas nasales. Quedé
embobado en aquella habitación durante horas, parecía que aquel olor, de alguna
forma u otra, había tomado control de mis acciones.
Aunque el olor era placentero, al pasar
las horas, se quedó corto. Necesitaba estar más cerca de la fuente de aquel
olor, poder palparlo y, por supuesto, olerlo a un centímetro de distancia y
poder así notar todos los matices de aque maravilloso aroma.
Busqué durante una hora, hasta que
encontré la fuente del olor. Era un cuerpo humano en avanzado estado de
descomposición y, como me propuse anteriormente, lo olí a un centímetro de
distancia.
Como esperaba, me produjo un gran
placer, hasta el punto de retorcerme y desfigurar gran parte de mi cuerpo.
Aunque mi felicidad era extrema, al estar al lado de aquel cuerpo que
desprendía aquella maravillosa fragancia, necesitaba algo más, algo que me
hiciese más feliz aún y entonces, se me ocurrió algo.
Saqué una navaja de mi bolsillo y
precedí a acabar con mi vida, con un gran corte en el cuello, para sí conseguir
que mi cuerpo desprenda tal maravilloso olor, el olor de la muerte.
*
Finalista en la categoría de narrativa de Bachillerato
José López Luque
1º Bachillerato A
El chico
Hace unos meses un chico nuevo llegó a nuestra clase,
se sentó atrás sin mediar palabra con nadie, pero tenía algo que atraía todas
las miradas, algo… antiguo y sobrecogedor, como si no perteneciese a este
mundo.
La tercera hora de un jueves lluvioso, ya habían
pasado dos semanas desde que llegó el chico nuevo a nuestra clase, cuando dijo
una corta frase al oído de Valette, que según ella no entendió. Era un idioma
diferente a lo que había escuchado con anterioridad, algo que ni siquiera era
humano. A partir de entonces Valette empezó a cambiar en su forma de ser,
empezó a distanciarse de sus amigas y de su pareja, hasta que un día fue
ingresada en el hospital por algún tipo de sarpullido según nuestro tutor, lo
cual no me creí, pues por un simple sarpullido, no suelen ingresar a alguien en
el hospital, por lo que decidí ir a visitarla.
Estando en el hospital vi la verdadera razón por la
que ingresaron a Valette. Su oreja había desparecido totalmente y parecía como
que la parte derecha de su cabeza empezaba a desprenderse, a convertirse en
polvo, en ceniza… Hablé con los doctores y, con recelo, me contaron que no
sabían qué le estaba pasando, que no podían contener aquello y ahí descubrí que
a ella le quedaba poco tiempo. Unos días después nos llegó la noticia, Valette
había muerto, toda la clase estaba en shock, todos éramos grandes amigos de
nuestra delegada.
En el trágico funeral de Valette hizo acto de
presencia el chico “nuevo”, pues aún no sabíamos su nombre. En aquel entonces
nadie había relacionado nada, pero recordé la frase que él le dijo a Valette,
se la susurró por el oído por el que empezó a desaparecer Valett y sospeché que
él había sido culpable. Después del funeral, conté mis especulaciones a Mike y
a mi pareja Diana. Aunque con recelo, me apoyaron y juntos perseguimos desde
lejos al chico nuevo. A unas dos manzanas del tanatorio vimos cómo el chico se
paraba y empezaba a ser arrastrado por el viento, como si de pronto se hubiera
convertido en ceniza y empezara a ser erosionado por el viento. Al cabo de unos
minutos desapareció. Nosotros huimos aterrados de la escena acordando que
dejaríamos de indagar en la vida del chico.
Unos meses más tarde, llegó nuestra graduación. Todos
estábamos en el salón, no más guapos, pero sí mejor vestidos, hasta el chico se
puso lo que parecía ser una túnica antigua. En cualquier caso nadie le prestó
mucha atención hasta que subió a recoger su orla. Entonces empezó a formarse un
torbellino débil de ceniza alrededor del salón y él empezó a hablar un idioma
críptico y antiguo. De pronto un relámpago púrpura tocó tierra junto al chico y
la ceniza empezó a amontonarse hasta formar una figura desgastada y parecida a
una momia. Era Valette.
Ellos empezaron a formular lo que ahora creo que sería
algún tipo de conjuro al unísono y relámpagos empezaron a brotar del tornado de
ceniza y cayendo encima de las personas que se encontraban allí presentes. De
pronto a Diana le cayó un relámpago y empezó a desaparecer, como cuando vimos
al chico desaparecer en el callejón. Las cenizas de Diana fueron arrastradas
por el torbellino. En un ataque de furia fui al lugar donde se encontraba el
chico contemplando, con ese aire condescendiente con el que nos había tratado
desde que llegó. Lo miré y le asesté un puñetazo en la barbilla, la cual se deshizo
en un puñado de ceniza y de pronto, una blancura. Un resplandor. Un ruido…