martes, 17 de enero de 2023

Textos premiados del Concurso de Escritura sobre coeducación 2021/2022

Aquí tenéis los textos premiados en el concurso 
del curso pasado sobre igualdad. 
¡Enhorabuena a los premiados!



¡No me cuenten historias de fantasmas!
Cuentos de horror que hielan la sangre.
Ni escombros que ocultan frías cadenas,
ni aire febril que marcha con mil espectros.
Dejad de buscarle un sentido
a las fuerzas que rodeaban mi cuello.
Os lo suplico, no me recordéis
los parecidos aparecidos entre nosotros,
No cuando la huella de la bella luna
dormía atrapada por sus guantes negros.
No me llevéis de vuelta,
ya aprendí a no paralizarme ante la silueta
que densa y truculenta se acercaba
desde la que era nuestra residencia.
Me ataba con predilectas ligaduras,
más hoy ya no me encadenan a su sepultura,
y aunque él me quiera de vuelta,
interpretará en vano el papel de animal asustado.
Lo ruego,
detengan las preguntas e impertinencias
o se clavarán en mi abdomen,
en mi piel cicatrizando
las huellas de sus afiliados dedos .
¿No lo entienden? Ya no huyo de sus puñales.
Es la mirada hueca que siento en mi nuca
mientras duermo lo que me asusta
cuando todos caminan en dirección opuesta.

Ana Prieto Serrano. 2º Bachillerato B

***

NO LAS OLVIDEMOS
Me sentía sucia, arrastrada…
como esas gotas que caían
del que era cielo naranja.
Naranja como el color del óxido,
de algo viejo,
de algo añejo.
Naranja como el color del agua
cuando limpias la sangre de alguien que has matado,
pero no ha muerto.
Porque “nadie muere hasta que se olvida”
y el problema es
que nuestra memoria no es infinita,
pero podemos hacer que duren para siempre
si se rememoran constantemente.
Como los reyes y artistas que vivían antiguamente,
que por algo que hicieron,
siempre están presentes.
Pues…
Vamos a hacer eso con las que murieron injustamente,
que no se les olvide
mientras nosotros estemos al frente.

Cristina Sánchez Fernández. 4º ESO A

***

Si a cada minuto me miraras
verías que yo te veo de frente,
que no uso artimañas
para impresionarte.
Si a cada hora me abrazaras,
te darías cuenta de que nuestro latido
tiene la misma cadencia,
la misma fuerza.
Si cada día me escucharas
e hicieras nuestro el camino,
nunca estarías sola, siempre conmigo.
Mario Crespo Medina. 4º ESO C

***

Hacía tiempo que no volvía a esta ciudad, a esta zona. Años atrás decidí alejarme, salvarme de la oscuridad que casi me consume sin percatarme de ello.
Era inevitable verla, mis padres vivían al final de la misma calle; esa casa, podría ser muy bella por fuera pero, para mí, era solamente un abismo, una pesadilla.
Tras comer con mis padres, salí a dar un paseo e, inconscientemente, acabé allí, en la puerta de aquella casa. En ese momento, una señora salió de su interior y me habló:
- Te he visto ahí parada y me has resultado familiar. Vivías aquí, ¿cierto? - No era muy mayor, tendría unos veinte años más que yo, y, la verdad, parecía agradable.
- Así es, espero no haberla incomodado.
Me sonrió y abrió ligeramente la puerta.
- Pasa querida, tomemos algo. - Me vio dudar, pensaría que se debía a que no la conocía, pero, tristemente, esa no era la razón. - No te preocupes, conozco a tu familia… de hecho, voy con tu madre a yoga y me contó que vendrías hoy.
Finalmente, entré.
Estaba muy diferente, le había dado su propio toque, pero para mí seguía siendo la misma.
Me contó que se llamaba Teresa y que vivía sola, su marido había fallecido hace unos años, pero eso no había hecho que dejara de quererlo.
Por un momento, consiguió que olvidara dónde me encontraba, pero me fijé en todo, los muebles, las paredes, y no pude controlarlos, los recuerdos aparecieron como una bocanada de aire gélido.
Mis ojos se cristalizaron y escuché un suspiro, este, provenía de Teresa.
- Cuando te vi en mi puerta, supe que algo pasaba. Tenías la mirada perdida como si no te encontraras en ese lugar. ¿Alguna vez te han dicho que eres muy expresiva? - eso me hizo sonreír, mi hermana siempre me lo había dicho.
- La verdad es que no tengo muy buena imagen de esta casa.
La miré y vi que de verdad le importaba lo que hubiera sucedido, no importaba que me acabara de conocer, la preocupación se veía a través de sus ojos.
No había vuelto a hablar de este tema; cuando me fui tenía un objetivo: empezar de cero y no volver a sacarlo a la luz. Pero no tenía por qué esconderme de ello, yo no había hecho nada malo y mucho menos tenía la culpa, él fue el único que tenía el problema.
Así que decidí contárselo.
- Hace diez años, conocí a un chico. Era el que tenía la sonrisa más bonita, destacaba por donde iba y tenía una personalidad admirable. Gonzalo, así se llamaba. Nunca pensé que se fuera a fijar en mí, ya sabes, ¿qué tendría yo para ser suficientemente buena para él? Una noche, mi mejor amiga me convenció para salir de fiesta, no podía negarme y, cómo no, él se encontraba allí. No sé cómo fue, pero la noche acabó con él acompañándome a mi casa.
Hice una pausa para tomar un sorbo del café que acababa de preparar. Teresa me hizo una seña para que continuara con mi historia.
- Fue mágico, el chico, que me había gustado durante mucho tiempo, finalmente se había fijado en mí. Los días pasaron y hablábamos mucho, solíamos quedar a veces, pero íbamos despacio, era muy respetuoso conmigo y eso me encantaba. Comenzamos una bonita relación, estaba tan enamorada. - En ese momento me vi, me vi con él y me dio pena, porque fui tan ingenua - Pasaron los meses y todo seguía.
siendo genial; nuestra relación duró cinco años en total. Llegó el momento de ir a la universidad, pero ambos habíamos pensado en quedarnos en la de esta ciudad, aunque yo siempre había querido irme fuera. Comenzamos el primer año, y en el segundo decidimos irnos a vivir juntos. ¿Por qué no? Estaba claro que nuestro futuro era casarnos. A mis padres no les disgustó la idea, todos lo queríamos, cómo no hacerlo.
<<Fue pasando el tiempo y comencé a centrarme en mi carrera, me pasaba los días en la biblioteca estudiando. Y eso parece que no le gustaba mucho, siempre que llegaba a la hora de cenar lo notaba raro, como molesto, pero siempre lo negaba.
Una noche, le salté, no aguantaba que se molestara por ello, y aunque dijese que no, sabía perfectamente que no lo aprobaba. Se enfadó mucho, nunca lo había visto así, pero no me daba miedo, era Gonzalo sabes, no me haría nada. Y ese fue mi error, de repente, sentí ardor en mi mejilla, fue la primera vez que me pegó, pero lo perdoné ya que me juró que no volvería a ocurrir y lo creí.
Parecía que todo volvía a la normalidad, aunque pasé de estudiar en la biblioteca a estudiar en casa.
Una noche fue él quien llegó tarde, le pregunté qué tal había ido su día y dónde había estado. Tantas preguntas le agobiaron y comenzó a alterarse, no le vi sentido y volvimos a discutir.
Esa vez no fue una bofetada, esa vez fue un puñetazo acompañado de un tirón de pelos. Dejé de hablarle durante… tres, sí, tres días y en la noche del tercero vino llorando pidiéndome perdón: <<No quería hacerte daño, me enfadaste mucho>>, esa fue su justificación. Y, cómo no, le volví a perdonar, no tenía que llevarle la contraria si sabía cuánto se alteraba.>>
Levanté mi mirada de la taza que tenía entre mis manos para fijarme en Teresa, me miraba con una expresión que no quise analizar.
- Dos años, dos años fue el tiempo que estuve aguantando esos tratos porque pensaba que me los merecía, porque pensaba que de verdad era mi culpa que él reaccionara así cada vez que algo no le gustaba.
- ¿Cómo conseguiste acabar con todo eso? - Me preguntó con un tono cuidadoso.
- Me costó darme cuenta de que eso no era normal. Cuando mi amiga, la que te he mencionado antes, se enteró me exigió que lo dejara, que eso no solía pasar en las parejas. Así que eso hice, lo dejé, pero obviamente la cosa no se iba a quedar así. Una tarde que sabía que iba a estar fuera, recogí toda mi ropa y mis posesiones y las llevé a casa, a mi verdadero hogar, fue entonces cuando se lo conté todo a mi familia. Tras eso, fui a denunciarlo, las marcas de la última pelea aún eran evidentes y, afortunadamente, todo salió bien, esa misma noche vi cómo arrestaban a la persona que, supuestamente, tanto me había querido. Quise estar presente, quise que me viera, y no tuve miedo, porque sabía que se había acabado.
No había notado que estaba llorando hasta que me toqué las mejillas y vi que estaban empapadas de lágrimas. Me sentí orgullosa, había conseguido contar mi historia.
Teresa intervino:
- Por eso te marchaste. He de admitir algo. Cuando llegué a esta casa, no me sentía bien, tenía la necesidad de cambiarla por completo y eso he intentado hacer todos estos años.
- Sí, esa fue la razón. Unas semanas después del arresto, conseguí un traslado a la universidad a la que siempre había querido asistir y pude comenzar de cero. Me costó, pero he conseguido ser completamente feliz.
- Eres muy fuerte, que nadie te diga lo contrario, y seguro que ya te lo han dicho pero estoy orgullosa de ti, has podido seguir adelante como toda una superviviente.
Estuvimos hablando un rato más, pero cuando me percaté de que había anochecido, me dispuse a irme. Ya en la entrada me despedí, miré la casa por última vez y me di media vuelta pensando en lo que me había dicho: <<Eres muy fuerte>>.

FIN

Jimena Higueras Delgado. 2º Bachillerato B