viernes, 1 de junio de 2018

Concurso de Poesía y Microrrelato 2018 I


Ganadora en la categoría de narrativa de 1.º y 2.º ESO

Ayla Crespo Medina
2.º ESO C


Otra vez todos frente a nuestros platos a rebosar de comida, callados y ausentes. Observo a mi madre discretamente. Su rostro está blanco como el papel, unas arrugas prematuras el surcan la frente y sus ojos, siguen como este último mes, sin brillo y vidriosos. Me obligo a apartar la mirada de ella, pero en su lugar, la poso en mi padre. Ojea el periódico con las manos temblorosas y a través de los gruesos cristales de sus gafas de pasta. La barba canosa le ha comenzado a crecer en la barbilla. El aspecto de ambos es tan descuidado que parecen vagabundos en la puerta de la iglesia pidiendo limosna. Solo de pensar en eso, el hambre abandona mi cuerpo y, como un robot, me levanto de la silla.

-No tengo hambre – digo intentando captar la atención de mi única familia. Como siempre, no obtengo respuesta. Los ojos se me cristalizan y antes de que las lágrimas resbalen por mis mejillas, giro sobre los talones y subo rápidamente y de dos en dos las escaleras hasta mi cuarto. Cierro la puerta tras de mí, ya no puedo aguantar más. Comienzo a llorar como si no hubiera un mañana. Lloro por la escasa atención de mis padres, lloro por la muerte de mi hermano, lloro por este gran agujero negro que sustituye a mi corazón. Las manos se me mueven espasmódicamente y la respiración se me acelera. Si con cada lágrima que derramara se fuera una parte de mi dolor y tristeza, sería la chica más feliz del mundo. ¿Merezco el acoso del instituto y esta pérdida familiar? Estos años han sido los peores y aunque he intentado aferrarme a algo, ya no tengo ninguna mano que me ayude a levantarme. Solo me queda la esperanza de que vendrán tiempos mejores.

De repente comienzo a toser a causa del llanto. Cubro mi boca con la palma de la mano y tras un largo minuto de tos seca, la retiro. Los ojos se me abren como platos y la sangre se me paraliza. Me quedo petrificada. Una gran mancha color carmín cubre la mayor parte del dorso de mi blanca mano. Los gritos de auténtico terror se quedan atrapados en mi garganta sin salir. ¿Qué pasa? Intento moverme pero las piernas me fallan y me limito a seguir tosiendo ese espeso líquido caliente y rojo. Mi mano se inunda del fluido. Cuando menos lo espero, a la mancha le sale una boca. Confusa y asustada miro fijamente aquello. Los ojos me escuecen y el corazón me martillea en el pecho.

El orificio se abre lentamente y, cuando forma un “o” perfecta, comienza a despedir un sonido agudo y estridente que hace que me tape los oídos con los dedos olvidando el líquido rojo que los cubre.

Abro los ojos rápidamente y me incorporo seguidamente en el colchón de mi cama. Un sudor frío cubre mi cuerpo y tengo la piel erizada. Mi respiración está acelerada. El sonido agudo sigue sonando…

Apago el despertador, y corro escaleras abajo para ir a abrazar a mi hermano y a mis padres.

*

Finalista en la categoría de narrativa de 1.º y 2.º ESO

Jaridni Mejía Almonte
2.º ESO C

La nueva historia

Un escritor empieza a escribir una historia; se trata de un príncipe que salva a una princesa. La princesa, Marco, viste una ropa ancha, zapatos, nada de maquillaje y mucho menos pelo largo.

A nuestro príncipe, de melena larga y morena, le gusta mucho aquellos tacones nuevos que se había comprado y su hermoso vestido de gala. Y así continúa la historia, relatando cómo nuestro hermoso príncipe, cuyo nombre es Rosa, salva a su princesa de las garras e un monstruo que llaman la “Sociedad”.

Escritor:
Pero esto es una basura, nadie leerá este libro y mucho menos, lo comprará. Será un total fracaso.

Lectores:
Querido escritor:
Estamos en el siglo XXI, donde a la princesa no siempre tiene que salvarla un príncipe, donde los príncipes también pueden llevar vestidos, donde tú eliges quién quieres ser y donde tú escribes tu propia historia.

¿No crees que es hora de escribir nuevas historias?