Ganadora en la categoría de narrativa de 1.º y 2.º ESO
Ayla Crespo Medina
2.º ESO C
Otra vez todos frente a
nuestros platos a rebosar de comida, callados y ausentes. Observo a
mi madre discretamente. Su rostro está blanco como el papel, unas
arrugas prematuras el surcan la frente y sus ojos, siguen como este
último mes, sin brillo y vidriosos. Me obligo a apartar la mirada de
ella, pero en su lugar, la poso en mi padre. Ojea el periódico con
las manos temblorosas y a través de los gruesos cristales de sus
gafas de pasta. La barba canosa le ha comenzado a crecer en la
barbilla. El aspecto de ambos es tan descuidado que parecen
vagabundos en la puerta de la iglesia pidiendo limosna. Solo de
pensar en eso, el hambre abandona mi cuerpo y, como un robot, me
levanto de la silla.
-No tengo hambre – digo
intentando captar la atención de mi única familia. Como siempre, no
obtengo respuesta. Los ojos se me cristalizan y antes de que las
lágrimas resbalen por mis mejillas, giro sobre los talones y subo
rápidamente y de dos en dos las escaleras hasta mi cuarto. Cierro la
puerta tras de mí, ya no puedo aguantar más. Comienzo a llorar como
si no hubiera un mañana. Lloro por la escasa atención de mis
padres, lloro por la muerte de mi hermano, lloro por este gran
agujero negro que sustituye a mi corazón. Las manos se me mueven
espasmódicamente y la respiración se me acelera. Si con cada
lágrima que derramara se fuera una parte de mi dolor y tristeza,
sería la chica más feliz del mundo. ¿Merezco el acoso del
instituto y esta pérdida familiar? Estos años han sido los peores y
aunque he intentado aferrarme a algo, ya no tengo ninguna mano que me
ayude a levantarme. Solo me queda la esperanza de que vendrán
tiempos mejores.
De repente comienzo a toser a
causa del llanto. Cubro mi boca con la palma de la mano y tras un
largo minuto de tos seca, la retiro. Los ojos se me abren como platos
y la sangre se me paraliza. Me quedo petrificada. Una gran mancha
color carmín cubre la mayor parte del dorso de mi blanca mano. Los
gritos de auténtico terror se quedan atrapados en mi garganta sin
salir. ¿Qué pasa? Intento moverme pero las piernas me fallan y me
limito a seguir tosiendo ese espeso líquido caliente y rojo. Mi mano
se inunda del fluido. Cuando menos lo espero, a la mancha le sale una
boca. Confusa y asustada miro fijamente aquello. Los ojos me escuecen
y el corazón me martillea en el pecho.
El orificio se abre lentamente
y, cuando forma un “o” perfecta, comienza a despedir un sonido
agudo y estridente que hace que me tape los oídos con los dedos
olvidando el líquido rojo que los cubre.
Abro los ojos rápidamente y me
incorporo seguidamente en el colchón de mi cama. Un sudor frío
cubre mi cuerpo y tengo la piel erizada. Mi respiración está
acelerada. El sonido agudo sigue sonando…
Apago el despertador, y corro
escaleras abajo para ir a abrazar a mi hermano y a mis padres.
*
Finalista en la categoría de narrativa de 1.º y 2.º ESO
Jaridni Mejía Almonte
La nueva historia
Un
escritor empieza a escribir una historia; se trata de un príncipe
que salva a una princesa. La princesa, Marco, viste una ropa ancha,
zapatos, nada de maquillaje y mucho menos pelo largo.
A
nuestro príncipe, de melena larga y morena, le gusta mucho aquellos
tacones nuevos que se había comprado y su hermoso vestido de gala. Y
así continúa la historia, relatando cómo nuestro hermoso príncipe,
cuyo nombre es Rosa, salva a su princesa de las garras e un monstruo
que llaman la “Sociedad”.
Escritor:
Pero
esto es una basura, nadie leerá este libro y mucho menos, lo
comprará. Será un total fracaso.
Lectores:
Querido
escritor:
Estamos
en el siglo XXI, donde a la princesa no siempre tiene que salvarla un
príncipe, donde los príncipes también pueden llevar vestidos,
donde tú eliges quién quieres ser y donde tú escribes tu propia
historia.
¿No
crees que es hora de escribir nuevas historias?