jueves, 7 de junio de 2018

Concurso de Poesía y Microrrelato 2018 IV


Ganador en la modalidad de narrativa de Bachillerato
José Martos Luque
1º Bachillerato A


El olor de la muerte

Al entrar en aquella cabaña, noté cierto olor a putrefacción y, aunque os resulte extraño, más que producirme repulsión, me produjo cierto placer inexplicable, un placer nacido de aquel atrayente olor.
Aquel olor, penetró en mi mente, el simple hecho de respirar me producía un felicidad extrema. Jamás había sentido un olor tan hipnótico como aquel que taladraba mis fosas nasales. Quedé embobado en aquella habitación durante horas, parecía que aquel olor, de alguna forma u otra, había tomado control de mis acciones.
Aunque el olor era placentero, al pasar las horas, se quedó corto. Necesitaba estar más cerca de la fuente de aquel olor, poder palparlo y, por supuesto, olerlo a un centímetro de distancia y poder así notar todos los matices de aque maravilloso aroma.
Busqué durante una hora, hasta que encontré la fuente del olor. Era un cuerpo humano en avanzado estado de descomposición y, como me propuse anteriormente, lo olí a un centímetro de distancia.
Como esperaba, me produjo un gran placer, hasta el punto de retorcerme y desfigurar gran parte de mi cuerpo. Aunque mi felicidad era extrema, al estar al lado de aquel cuerpo que desprendía aquella maravillosa fragancia, necesitaba algo más, algo que me hiciese más feliz aún y entonces, se me ocurrió algo.
Saqué una navaja de mi bolsillo y precedí a acabar con mi vida, con un gran corte en el cuello, para sí conseguir que mi cuerpo desprenda tal maravilloso olor, el olor de la muerte.

*

Finalista en la categoría de narrativa de Bachillerato
José López Luque
1º Bachillerato A

El chico
Hace unos meses un chico nuevo llegó a nuestra clase, se sentó atrás sin mediar palabra con nadie, pero tenía algo que atraía todas las miradas, algo… antiguo y sobrecogedor, como si no perteneciese a este mundo.
La tercera hora de un jueves lluvioso, ya habían pasado dos semanas desde que llegó el chico nuevo a nuestra clase, cuando dijo una corta frase al oído de Valette, que según ella no entendió. Era un idioma diferente a lo que había escuchado con anterioridad, algo que ni siquiera era humano. A partir de entonces Valette empezó a cambiar en su forma de ser, empezó a distanciarse de sus amigas y de su pareja, hasta que un día fue ingresada en el hospital por algún tipo de sarpullido según nuestro tutor, lo cual no me creí, pues por un simple sarpullido, no suelen ingresar a alguien en el hospital, por lo que decidí ir a visitarla.
Estando en el hospital vi la verdadera razón por la que ingresaron a Valette. Su oreja había desparecido totalmente y parecía como que la parte derecha de su cabeza empezaba a desprenderse, a convertirse en polvo, en ceniza… Hablé con los doctores y, con recelo, me contaron que no sabían qué le estaba pasando, que no podían contener aquello y ahí descubrí que a ella le quedaba poco tiempo. Unos días después nos llegó la noticia, Valette había muerto, toda la clase estaba en shock, todos éramos grandes amigos de nuestra delegada.
En el trágico funeral de Valette hizo acto de presencia el chico “nuevo”, pues aún no sabíamos su nombre. En aquel entonces nadie había relacionado nada, pero recordé la frase que él le dijo a Valette, se la susurró por el oído por el que empezó a desaparecer Valett y sospeché que él había sido culpable. Después del funeral, conté mis especulaciones a Mike y a mi pareja Diana. Aunque con recelo, me apoyaron y juntos perseguimos desde lejos al chico nuevo. A unas dos manzanas del tanatorio vimos cómo el chico se paraba y empezaba a ser arrastrado por el viento, como si de pronto se hubiera convertido en ceniza y empezara a ser erosionado por el viento. Al cabo de unos minutos desapareció. Nosotros huimos aterrados de la escena acordando que dejaríamos de indagar en la vida del chico.
Unos meses más tarde, llegó nuestra graduación. Todos estábamos en el salón, no más guapos, pero sí mejor vestidos, hasta el chico se puso lo que parecía ser una túnica antigua. En cualquier caso nadie le prestó mucha atención hasta que subió a recoger su orla. Entonces empezó a formarse un torbellino débil de ceniza alrededor del salón y él empezó a hablar un idioma críptico y antiguo. De pronto un relámpago púrpura tocó tierra junto al chico y la ceniza empezó a amontonarse hasta formar una figura desgastada y parecida a una momia. Era Valette.
Ellos empezaron a formular lo que ahora creo que sería algún tipo de conjuro al unísono y relámpagos empezaron a brotar del tornado de ceniza y cayendo encima de las personas que se encontraban allí presentes. De pronto a Diana le cayó un relámpago y empezó a desaparecer, como cuando vimos al chico desaparecer en el callejón. Las cenizas de Diana fueron arrastradas por el torbellino. En un ataque de furia fui al lugar donde se encontraba el chico contemplando, con ese aire condescendiente con el que nos había tratado desde que llegó. Lo miré y le asesté un puñetazo en la barbilla, la cual se deshizo en un puñado de ceniza y de pronto, una blancura. Un resplandor. Un ruido…